CAPÍTULO XVII
EL señor y la señora John Knightley
no se quedaron en Hartfield por mucho tiempo más. El tiempo no tardó en mejorar
lo suficiente para que pudieran irse los que tenían que hacerlo; y el señor
Woodhouse, como de costumbre, después de haber intentado convencer a su hija para
que se quedara con todos los niños, tuvo que ver partir a toda la familia y
volver a sus lamentaciones sobre el destino de la pobre Isabella... la
pobre Isabella que se pasaba la vida rodeada de personas a quienes
adoraba, ensalzando sus virtudes y sin ver ninguno de sus defectos, y siempre
inocentemente atareada, podía considerarse como un verdadero modelo de
felicidad femenina.
Al atardecer del mismo día en que ellos se fueron,
llegó una nota del señor Elton para el señor Woodhouse, una larga, cortés y
ceremoniosa nota, en la cual, en medio de los mayores cumplidos, el señor
Elton anunciaba «que al día siguiente por la mañana se proponía salir de
Highbury para dirigirse a Bath, en donde,
correspondiendo a las reiteradas invitaciones de unos amigos, se había
comprometido a pasar unas cuantas semanas, y lamentaba infinitamente que,
debido a una serie de circunstancias derivadas del mal tiempo y de sus ocupaciones,
le fuera imposible despedirse personalmente del señor Woodhouse, de cuyas
amables atenciones guardaría siempre un grato recuerdo... y en caso de que el
señor Woodhouse tuviera algún encargo que darle, lo cumpliría con mucho
gusto...»
Emma tuvo una agradabilísima sorpresa... La
ausencia del señor Elton precisamente en aquellos días era lo mejor que hubiera
podido desear. Le quedó agradecida por habérsele ocurrido la idea de marcharse,
pero lo que ya no le parecía tan bien era el modo en que anunciaba su partida.
No podía haber mostrado su resentimiento de un modo más claro que limitándose a
ser cortés para con su padre, sin citarla a ella para nada. Ni siquiera la
mencionaba en los cumplidos con que empezaba la carta... Su nombre no aparecía
por ninguna parte... Y todo ello implicaba un cambio de actitud tan acusado, y
la despedida, llena de amables frases de gratitud, respiraba tal énfasis que al principio Emma pensó que no dejaría de despertar sospechas
en su padre.
Y
sin embargo no fue así... Su padre estaba demasiado absorto por la sorpresa que
le produjo un viaje tan inesperado, y por sus temores de que el señor Elton no
pudiese llegar sano y salvo, y no encontró extraño el tono de la carta; que por
otra parte les fue muy útil, ya que les proporcionó un nuevo tema de reflexión
y conversación durante todo el resto de aquella solitaria velada. El señor
Woodhouse hablaba de sus temores, mientras que Emma, con su habitual solicitud, hacía todo lo posible por desvanecerlos.
Emma decidió por fin informar a Harriet de lo ocurrido. Según sus noticias ya casi se
había recuperado del todo de su resfriado, y era preferible que tuviera el
mayor tiempo posible para rehacerse de su otro mal antes de que regresara el
señor Elton. Así pues, al día siguiente se dirigió a casa de la señora Goddard
para tener aquella penosa y necesaria explicación; era forzoso que fuera un
momento difícil... Tenía que destruir todas las esperanzas que ella misma había
estado alimentando con tanto afán... mostrarse en el ingrato papel de la que
había sido preferida... y reconocer que se había equivocado totalmente y que todas
sus ideas sobre aquella cuestión habían sido erróneas, como todas sus
observaciones, todas sus convicciones, todos los augurios que ella había hecho
durante las últimas seis semanas.
La
confesión renovó por completo en Emma el sonrojo
de unos días atrás... y al ver las lágrimas de Harriet pensó que aquello nunca podría perdonárselo.
Harriet aceptó la realidad con mucho
temple... sin hacer ningún reproche a nadie... y demostrando en todos los
detalles un candor y una modestia que en aquellos momentos tenían un gran valor
ante los ojos de su amiga.
Derramó
abundantes lágrimas... pero su aflicción era tan auténtica, tan poco afectada,
que ninguna otra actitud hubiera podido impresionar más a Emma... y la escuchaba e intentaba consolarla
recurriendo a todo su afecto y a toda su inteligencia... aquella vez realmente
convencida de que Harriet era muy superior a ella... y que
de parecerse más a su amiga conseguiría más bienestar y felicidad de lo que
podrían proporcionarle todo su talento y toda su sensibilidad.
Quizá
ya era demasiado tarde para proponerse ser ingenua y candorosa; pero Emma se separó de su amiga reafirmándose en su
anterior propósito de ser humilde y discreta, y de refrenar su imaginación durante
todo el resto de su vida. Ahora su segundo deber, inferior tan sólo a las
obligaciones que tenía para con su padre, era el de procurar el bienestar de Harriet y demostrarle su afecto por algún otro medio
mejor que el de prepararle una boda. Se la llevó a Hartfield, dándole continuas
pruebas de su cariño y esforzándose por distraerla y hacer que se divirtiese, y
valiéndose de la conversación y de la lectura para apartar de sus pensamientos
al señor Elton.
Ya
sabía que era preciso que transcurriera tiempo para lograr lo que se proponía;
y Emma se daba cuenta de que no era la
más indicada para opinar sobre esas cuestiones en general ni para compenetrarse
demasiado con alguien que se sintiera atraída por el señor Elton en concreto;
pero le parecía lógico pensar que a la edad de Harriet, y una vez extinguida toda esperanza, para
cuando regresara el señor Elton podía haberse llegado ya a un cierto estado de
serenidad que permitiera a ambos volver a encontrarse en la común rutina de la
amistad sin ningún peligro de delatar sus sentimientos ni de acrecentarlos.
Harriet le consideraba_ como un hombre
totalmente perfecto, y seguía sosteniendo que no podía existir nadie que
pudiera comparársele ni física ni moralmente... y la verdad es que demostraba
estar mucho más enamorada de lo que Emma había
previsto; pero, a pesar de todo, le parecía una cosa tan natural, tan
inevitable tener que luchar contra una inclinación no correspondida de aquella
clase, que no suponía que pudiera seguir siendo tan intensa durante mucho más
tiempo.
Si
el señor Elton a su regreso manifestaba su indiferencia de un modo evidente e
inequívoco, como Emma no dudaba que tendría interés en
hacer, no creía que Harriet siguiese- empeñada en cifrar su
felicidad en verle o recordarle.
El hecho de que los tres estuvieran
tan arraigados, tan profundamente arraigados en el mismo lugar, era un mal
para todos y cada uno de ellos. Ninguno de los tres podía cambiar de residencia
ni cabía otra posibilidad de elección en el trato social. Era inevitable que
se encontraran unos con otros, y tenían que componérselas como pudieran.
Harriet además tenía poca suerte por el ambiente
que había entre sus compañeras del pensionado de la señora Goddard, ya que el
señor Elton era objeto de adoración por parte de todas las maestras y alumnas
mayores de la escuela; y Hartfield era el único lugar en donde podía tener
ocasión de oír hablar de él con fría serenidad o con crudo realismo. Donde se
había producido la herida allí debía ser curada, si es que era posible; y Emma se
daba cuenta de que hasta que no viese a su amiga en vías de curación no podría
recuperar la verdadera paz.
4 comentarios:
Pobre Harriet lo bueno y malo es que tiene a emma
En esta ocasión Citu, a pesar de su brevedad, ha sido muy certera en su apreciación, no sé si decir que Harriet estaría mejor con o sin Enma porque como siga ejerciendo tan mal el papel de casamentera le romperá el corazón a la pobre, ahora bien doy por hecho que todo lo hace con la mejor intención hacía su amiga pero es que no atina, jajajaja
Con el señor Elton en Bath tendrá una época más tranquila.
Me gusta venir al final del día si me es posible, para disfrutar con calma de la lectura, es un placer venir a leer contigo.
Un beso, preciosa.
Realmente Harriet muestra buenos dones de carácter aceptando tan bien toda la historia y sin hacerle reproches a Emma por todo su accionar, es una joven ingenua y de buen corazón, imagino que cualquiera de nosotras hubiera mandado a Emma a pastar.
Gracioso por demás las resoluciones que toma nuestra protagonista,como dejar la imaginación de lado y se más discreta. Imagino correrán la misma suerte que los libros sin terminar y las lista de cosas por hacer...
Con el señor Elton en Bath, habrá menos chances de verle y sufrir para Harriet, veremos que sucederá a su regreso y cómo se comportarán los tres.
Besos!
Jazmín.
Harriet es una bolsa al viento, en este caso, el viento se llama Emma y la zarandea de aquí para allá. Pero la queremos igual ;)
Besos.
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