martes, 11 de mayo de 2010

UNA FIESTA COMO ESTA Capitulo I

Una novela de Pamela Aidan.

Poco se sabe del enigmático y atractivo Fitzwilliam Darcy, y lo que vamos descubriendo de él, lo vemos a través de los ojos de Elizabeth Bennet. Pero muchas veces nos hemos preguntado ¿ donde radica el misterio de Fitzwilliam Darcy? La historia se repite, pero esta vez desde la perspectiva de Darcy, desde el momento en que visita Hertfordshire y siguiendo uno a uno con los acontecimientos que dan vida a Orgullo y Prejuicio. Viajaremos al mundo interno de Darcy en donde descubriremos como se entrelazan su aparente personalidad seria y arrogante, con la realidad de sus sentimientos.

Pamela Aidan nos trae esta novela con un estilo fresco, cercano a Austen, pero con una ironía y un humor propios, incluyendo una selección de personajes nuevos que hacen contrapunto con los originales de Austen, presentándonos con ingenio, una visión del pasado y presente de Fitzwilliam Darcy.



Feliz lectura.


Capítulo I

Fitzwilliam George Alexander Darcy se levantó de su sitio en el carruaje de los Bingley y descendió con lentitud ante el salón de fiestas que había en el segundo piso de la única posada que poseía la pequeña localidad comercial de Meryton. Por la ventana abierta del salón se podía oír la alegre melodía de una cancioncilla popular, aunque ejecutada con escasa maestría, que invadía la serenidad de la noche. Con una mueca de disgusto, Darcy bajó la vista hacia el sombrero que tenía en las manos y, con un suspiro, se lo puso, ajustándolo en el ángulo preciso. ¿Cómo has podido permitir que Bingley te convenciera para hacer esta absurda incursión en la vida social pueblerina?, se reprochó. Pero antes de que pudiera pasar revista a los acontecimientos que le habían llevado hasta allí, un perro que se había encamado sobre un carruaje próximo soltó un melancólico aullido.
—Precisamente —se lamentó Darcy en voz alta, al tiempo que se volvía hacia el resto de sus acompañantes. Enseguida vio que las hermanas de su amigo tenían las mismas expectativas que él sobre la posibilidad de disfrutar de una noche agradable. La mirada que se cruzaron mientras se arreglaban la falda dejaba entrever una dosis de elegante desdén y resignación al mismo tiempo. Darcy miró entonces a su joven amigo, cuyo rostro, en cambio, estaba lleno de entusiasmo y curiosidad. Una vez más se preguntó cómo era posible que Charles Bingley y sus hermanas fueran de la misma familia. Las mujeres Bingley eran debidamente reservadas, mientras que Charles era, sin lugar a dudas, una persona muy sociable. La señora Hurst y la señorita Bingley eran elegantes en su forma de vestir y su manera de comportarse. Charles era… Bueno, ahora se vestía de manera moderna pero discreta —Darcy había logrado influenciarlo al menos en ese aspecto—, pero seguía teniendo una desafortunada propensión a tratar a cualquier persona que acabaran de presentarle como si fuera un amigo íntimo. Las hermanas Bingley no se impresionaban con facilidad e irradiaban un estudiado aburrimiento ante todo lo que no se incluyera entre las diversiones más exclusivas; su hermano, en cambio, disfrutaba con todo.
Precisamente este carácter eufórico había convertido a Charles en objeto de varias bromas crueles por parte de los caballeros más sofisticados de la ciudad y, por esa razón, Darcy se había fijado en él. Al ser testigo involuntario de la planificación de una de tales humillaciones durante una partida de cartas en su club, Darcy oyó lo suficiente como para enfadarse y tomar la decisión de buscar al infortunado joven para advertirle que tuviera cuidado con aquellos que él consideraba sus amigos. Para sorpresa de Darcy, lo que comenzó como un deber cristiano se fue transformando en una gratificante amistad. Desde entonces, Charles se había convertido en la primera persona a la que visitaba en la ciudad, pero todavía había momentos, como éste, en los que perdía la esperanza de llegar a inculcar en él una apropiada discreción.
—Entonces, ¿entramos? —preguntó Charles, tan pronto se puso a su lado—. La música parece espléndida y yo espero que las damas también lo sean. —Se dio la vuelta y le ofreció el brazo a su hermana soltera—. Vamos, Caroline, conoceremos a nuestros nuevos vecinos.
Darcy se colocó en segundo plano, dejando paso a los Bingley, que entraban ya en el pequeño vestíbulo y subían las escaleras hasta el piso del salón de baile. Tras despojarse ellos de sus sombreros y las damas de sus capas, Bingley, su cuñado, el señor Hurst, y Darcy escoltaron a las damas hasta la entrada, donde se detuvieron para examinar los detalles del salón y de sus rústicos ocupantes. Desafortunadamente, en ese momento la melodía también llegó a su fin y los que estaban bailando ejecutaron el último paso de la danza, lo que provocó que todas las miradas se dirigieran hacia la puerta. Durante unos pocos y tensos instantes, la ciudad y el campo se evaluaron mutuamente y llegaron a una vertiginosa serie de conclusiones.
Darcy empujó suavemente a Bingley hacia el interior de la estancia, mientras los bailarines comenzaban a abandonar la pista en busca de refrescos y comentarios. Podía sentir sobre él los ojos de todo el mundo y se preguntaba cómo había podido dudar alguna vez de la vulgaridad de los modales provincianos. Era tan terrible como había temido. El salón se había convertido en un hervidero de especulaciones, y él y los Bingley parecían ser examinados con detalle hasta la última guinea. Casi podía oír el tintineo de las monedas, a medida que los ocupantes del salón calculaban su fortuna. En el transcurso de pocos minutos, el hombre al que Darcy suponía que debía culpar por la invitación al baile de esa noche se dirigió apresuradamente hacia ellos. Haciendo una inclinación unos grados más pronunciada de lo necesario, estrechó la mano de Bingley de manera vigorosa.
—Bienvenido, bienvenido, señor Bingley. Sean bienvenidos usted y todos sus distinguidos acompañantes —exclamó sir William Lucas, mientras los miraba a todos con una gran sonrisa—. Nos sentimos muy honrados con su presencia en nuestra pequeña fiesta. Desde luego, estamos todos ansiosos por conocer a sus respetables invitados… —Sir William dejó la frase en suspenso, mientras miraba expectante a Darcy y a las hermanas Bingley.
Con gran entusiasmo, Bingley hizo las presentaciones reglamentarias. Darcy respondió al saludo del adulador hombrecillo con una simple inclinación de cabeza. Sin embargo, en lugar de disminuir la deferencia de sir William hacia él, ese gesto tuvo, para desgracia de Darcy, el desafortunado efecto de aumentar su interés y reafirmar sus continuos esfuerzos por entablar una conversación con él. Finalmente, después de que las damas y el señor Hurst fueron presentados, sir William los acompañó a todos hacia la mesa donde estaban los refrescos y la señorita Lucas, su hija mayor, en compañía de su madre y su familia. Allí todo el grupo conoció al resto de la familia Lucas y Bingley, que sabía perfectamente cuáles eran sus obligaciones sociales, se ofreció a bailar con la señorita Lucas la siguiente pieza. Sir William le ofreció el brazo a la señorita Bingley y los Hurst siguieron a las otras dos parejas hasta la pista de baile.
Cuando la música comenzó a sonar y los otros bailarines ocuparon sus puestos, Darcy buscó un sitio contra la pared, lejos de la mesa y los círculos de vecinos y parientes que rodeaban el salón. Mirase adonde mirase, veía ojos entrecerrados que lo examinaban con descaro, o que batían las pestañas con pretendida modestia. Endureciendo su expresión, Darcy se refugió en una actitud de estudiada indiferencia que enmascaraba el frío desdén que combatía en su pecho contra una ardiente furia, mientras observaba ante él el ir y venir de la sociedad provinciana.
¿Por qué había accedido a desperdiciar de esa manera la velada? A excepción de sus propios acompañantes, no había en todo el salón ni el más mínimo atisbo de belleza, charla interesante o buen gusto. En lugar de eso, estaba rodeado de gente común, insulsa y banal, esa clase de pequeños burgueses cuya idea de conversación se limitaba a un intercambio de vulgares rumores, como aquellos de los que él estaba siendo objeto en ese momento. Darcy no pudo evitar comparar aquella situación con la última vez que estuvo en Tattersall’s en busca de un nuevo semental Thoroughbred, apropiado para sus potrancas. Allí mismo juró en secreto que nunca volvería a comprar caballos en una subasta.
Cuando la música llegó a su fin, Darcy buscó con la mirada a Bingley con la esperanza de aliviar un poco la solitaria inquietud que sentía. Finalmente, lo localizó al otro lado del salón, en el momento en que le presentaban a una matrona rodeada de varias mujeres jóvenes. Darcy miró con resignación mientras Bingley se inclinaba ante cada una de ellas durante la presentación y luego le ofrecía el brazo a la muchacha más agraciada, comprometiéndose para el siguiente baile. La facilidad con que su amigo se movía en cualquier reunión social en que se encontrara era algo que siempre le había causado admiración. ¿Cómo hacía uno para conversar con unos completos desconocidos, pasando por encima de los límites de clase o posición y en un lugar como ése? Un torrente de reservas y restricciones adquiridas a través de los años flotó de manera sombría sobre su cabeza, haciendo más intensa su incomodidad y su reticencia con respecto a las relaciones sociales. Sus ojos siguieron a Bingley y su pareja durante los primeros pasos del baile y luego volvieron a fijarse en la matrona y su entorno. Lo que allí vio le hizo soltar una exclamación de desaprobación que sorprendió a un joven que pasaba a su lado y que, tras lanzarle una rápida mirada a su impasible rostro, se apresuró a continuar su camino.
La mujer que le había provocado semejante disgusto tenía la expresión de un viejo gato atigrado y gordo, al que le acaban de servir un tazón de leche. El gesto de satisfacción y avaricia de la mujer mientras observaba atentamente a Bingley y a la muchacha era casi palpable. ¿Su hija? Probablemente, dedujo Darcy, aunque no se parecen mucho. No tuvo la menor duda de la dirección de los pensamientos de la mujer; había visto esa mirada demasiadas veces para dejarse engañar. Había que prevenir a Bingley para que no manifestara ningún interés particular en esa dirección. Si apreciaba la más mínima deferencia, aquella mujer terminaría acampando en la puerta de Netherfield, la casa de su amigo.
Darcy se acercó a la mesa en la que habían dispuesto los refrescos, con la espalda tiesa ante la desagradable perspectiva de tener que prevenir a su amigo. Después de aceptar una copa de ponche que le ofreció la muchacha que estaba detrás de la mesa, soportó sus sonrisas y risitas con una compostura que estaba lejos de sentir.
En ese momento, Bingley apareció junto a él, tomó una copa de manos de la muchacha con una sonrisa y un guiño y, dirigiéndose a él, dijo:
—Bueno, Darcy, ¿alguna vez en tu vida habías visto tantas jovencitas adorables reunidas en un solo lugar? ¿Qué piensas ahora de los modales campesinos?
—Pienso lo mismo que siempre he pensado, pues esta noche ciertamente no he tenido ninguna razón para cambiar de parecer.
—Pero, Darcy, no es posible que te hayas ofendido por las atenciones de sir William. —Bingley sonrió con compasión—. Es un buen tipo, un poco insistente, pero…
—Al responder a tu pregunta, no estaba pensando precisamente en las atenciones de sir William. No es posible que no te hayas percatado del vulgar chismorreo del que somos objeto incluso en este momento. —Darcy apretó la mandíbula, molesto, tras echar un rápido vistazo al salón para confirmar la veracidad de su afirmación.
—Probablemente se están preguntando, al igual que yo, por qué aún no has bailado esta noche. Vamos, Darcy, tienes que bailar. No soporto verte ahí de pie, solo y con esa estúpida actitud. Es mejor que bailes. Hay muchas muchachas bonitas que, sin duda, estarían…
—¡No pienso hacerlo! Sabes cómo detesto bailar, a no ser que conozca personalmente a mi pareja. En una fiesta como ésta me resultaría insoportable —dijo, recorriendo el salón con una mirada de desprecio—. Tus hermanas están comprometidas, y bailar con cualquier otra mujer de las que hay aquí sería como un castigo para mí.



—¡No deberías ser tan exigente y quisquilloso! —se quejó Bingley—. ¡Por lo que más quieras! Te juro por mi honor que nunca había visto a tantas muchachas tan encantadoras como esta noche; y hay algunas que son particularmente bonitas.
—Tú estás bailando con la única muchacha guapa del salón —replicó Darcy, mirando a la última pareja de baile de Bingley.
—¡Ah! ¡Es la criatura más hermosa que he visto en mi vida! Pero, ven, ella tiene una hermana encantadora que creo que podría ser de tu agrado, al menos por esta noche. Déjame presentártela. Está sentada al lado de la pista, por allí.
—¿A cuál te refieres? —preguntó Darcy, girándose y siguiendo la mirada de Bingley. Sentada a escasa distancia de donde ellos estaban, había una jovencita de alrededor de veinte años que, a diferencia de él, obviamente estaba disfrutando de la velada. A pesar de estar sentada debido a la escasez de caballeros, sus pequeños pies se negaban a ser desplazados del baile y se movían discretamente bajo el vestido, llevando el ritmo. De ojos brillantes y entretenida en la contemplación de la escena que tenía frente a ella, parecía ser bastante popular entre la gente, pues la saludaban tanto las damas como los caballeros que pasaban a su lado. Estaba lo suficientemente cerca de ellos como para que un ligero cambio en la dirección de su mirada hiciera que Darcy se preguntara si habría escuchado la conversación. Sus sospechas se confirmaron cuando la sonrisa de la muchacha pareció adoptar una apariencia más sugerente.
¿Qué estará pensando? Intrigado, Darcy se permitió examinarla. En ese momento, el objeto de su estudio se volvió hacia él, todavía con una sonrisa, aunque enarcando delicadamente una ceja, en señal de desaprobación por su descarado escrutinio. Darcy se apresuró a darse la vuelta y su incomodidad por el hecho de que ella lo hubiese descubierto lo hizo sentirse más molesto con su amigo. ¡Si Bingley pensaba que Darcy se contentaría con lo que otros hombres habían despreciado, mientras que él disfrutaba de la compañía de la única joven pasable de la reunión, estaba muy equivocado!
—No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme; y ahora no estoy de humor para dedicarle mi atención a las jóvenes que han dejado de lado otros hombres —objetó Darcy de manera tajante—. Será mejor que vuelvas con tu pareja y disfrutes de sus sonrisas, porque estás perdiendo el tiempo conmigo. —Dejando que Bingley tomara su consejo como mejor le pareciera, se dio media vuelta y se alejó todo lo que pudo de la presencia de la perturbadora mujer. Durante el resto de la velada se entretuvo bailando con las dos hermanas de su amigo y, cuando no estaba con ellas, desanimando a cualquiera que tratara de darle conversación. Su indignación por el absoluto desperdicio de una velada entera en compañía de burdos desconocidos se manifestaba a través de una actitud tan odiosa que rápidamente se quedó solo. Cuando la fiesta por fin terminó y el carruaje de los Bingley se estacionó frente a la entrada para recogerlos, sólo pudo suspirar de alivio.
Mientras Bingley elogiaba con satisfacción la velada, Darcy se recostó en su asiento y se dedicó a observar a sus acompañantes. Tal como había sospechado, la señorita Bingley y la señora Hurst discrepaban del entusiasmo de su hermano y no tuvieron la menor duda en expresar su total desacuerdo. Darcy dejó a los Bingley debatiendo sus diferencias y dirigió su mirada hacia la noche, a través de la ventanilla del carruaje. Un pequeño revuelo a la entrada de la posada atrajo su atención e, inclinándose hacia delante, vio cómo varios miembros de la milicia local presentaban sus respetos a un grupo de jovencitas que salían por la puerta. Con grandes aspavientos y exageradas reverencias, competían entre ellos para escoltar a las damas hasta su carruaje. Una de ellas dejó escapar una risa suave y deliciosa que hizo que Darcy se inclinara más para buscar la fuente de tal sonido. La encontró allí, bajo una antorcha que chisporroteaba, y con un pequeño sobresalto vio que se trataba de la joven de la sonrisa enigmática que tanto lo había perturbado hacía un rato. Observó cómo la joven rechazaba con delicadeza el brazo de un joven oficial y lo dirigía hacia una de sus hermanas. Luego, con un suspiro de placer, se arregló con gracia la capa y levantó el rostro hacia el hermoso cielo nocturno. La simplicidad de su dicha conmocionó a Darcy y, a medida que el carruaje avanzaba, descubrió que no podía apartar los ojos de la muchacha. Con una inexplicable fascinación, se quedó mirándola hasta que una curva de la calle hizo que la perdiera de vista.
—Ejem.
Darcy se recostó nuevamente en el asiento y miró a Bingley, cuya tos y la ceja que tenía enarcada expresaban una pregunta que él no estaba dispuesto a responder. Se encogió de hombros y volvió a dirigir su mirada hacia la noche a través de la ventanilla, tratando de alejar con determinación todos los pensamientos acerca de muchachas campesinas, en especial aquellas cuyos ojos brillantes parecían esconder interesantes secretos.

A la mañana siguiente a la fiesta de Meryton, Darcy se encontraba solo, sentado a la mesa del soleado comedor pequeño de Netherfield, acariciando una taza de café negro mientras leía con atención una carta de su hermana. Los Bingley y los Hurst todavía no habían bajado, pues se estaban recuperando de los sucesos de la noche anterior. Al no encontrar ninguna razón para romper el hábito de levantarse temprano, Darcy bajó a la hora acostumbrada y encontró que tenía el comedor sólo para él y que, sobre la mesita, lo aguardaba una muy esperada carta de su hermana Georgiana. Se sirvió una taza de la humeante bebida, se metió la carta bajo el brazo y miró a su alrededor en busca de un lugar cómodo donde pudiera disfrutar de las dos cosas. Si estuviera en su casa de Londres o en su mansión campestre, Pemberley, se habría dirigido a la biblioteca. Pero aquello no era Pemberley sino Netherfield. Y como la casa había sido recientemente alquilada por su amigo, la biblioteca estaba tristemente descuidada y era casi la habitación más incómoda de todo el lugar. Así que tendría que instalarse en aquella estancia, que era menos tranquila, y confiar en que sus anfitriones decidieran abandonarse un rato más al sueño, permitiéndole la privacidad que su carta merecía.
Mientras el delicioso aroma del café flotaba a su alrededor, Darcy rompió el sello de la carta de su hermana, que tenía un significado más considerable que las que acostumbraba recibir. Últimamente, desde el incidente con George Wickham, sus cartas consistían apenas en unas pocas líneas: informes sobre sus clases, sus progresos en la interpretación del piano, el nombre de los visitantes y cosas por el estilo. El suave brillo que hasta entonces había caracterizado a Georgiana se había convertido en un polvo ceniciento que cubría su corazón y la obligaba a retirarse del mundo. Darcy rezaba para que aquello fuese una cuestión pasajera y que haberse visto expuesta a semejante vileza no hubiese dañado de manera permanente la capacidad de su hermana para asumir su lugar en la sociedad. Abrió las hojas cuidadosamente dobladas y leyó:

18 de octubre
Queridísimo hermano:
Espero que al recibir esta carta te encuentres bien y contento durante tu estancia con el señor Bingley y su familia. ¿Qué te parece Netherfield? ¿Es agradable, tal como prometió el señor Bingley?

¿Qué le parecía Netherfield? La mansión era bastante agradable, excepto por la biblioteca. Se trataba, ciertamente, de una propiedad que Bingley podía administrar en ese momento de su vida. Sí, funcionaría… si los vecinos… Darcy volvió a concentrarse en la carta.

Recibí tu carta del… el pasado miércoles y tuve la intención de responder a tu amable solicitud enseguida, pero encontré que, en ese momento, no tenía mucho que contar que justificara el esfuerzo de enviar una carta hasta Hertfordshire. Eso ha cambiado radicalmente y dudo que pueda expresarme de una manera que transmita adecuadamente mis sentimientos actuales.

Darcy se enderezó un poco en la silla, mientras un cosquilleo de preocupación se deslizaba por su espalda. Estiró la mano para tomar la taza de café y le dio un largo sorbo.

Sé que has estado muy preocupado por mí desde los sucesos del verano pasado y, sinceramente, querido hermano, me he sentido muy mal. No creía que fuera posible confiar en nadie, excepto en ti, o aceptar la más mínima deferencia sin sospechar. No deseaba tener ningún contacto social y nada me hacía feliz excepto mi música que, debo confesártelo, también se había cubierto con un velo de melancolía. Esto no pasó inadvertido para la nueva dama de compañía que me enviaste. La señora Annesley, que es una mujer sabia, decidió no presionarme ni reprenderme por eso. Sin embargo, insistió en dar largos paseos por Pemberley, afirmando que sólo yo podía mostrarle realmente su hermosura y, desde luego, mis lugares favoritos. También me animó a retomar la tarea que nuestra madre abandonó hace tantos años: visitar a las familias de nuestros arrendatarios. Después de considerar su propuesta, encontré que deseaba hacer esas visitas; de hecho, que debía haberlas hecho hace mucho tiempo.
No sé exactamente cómo sucedió, hermano, pero ya no me encuentro agobiada por el pasado. Siempre me afectará, pero ahora sé que no gobernará mi vida. El gentil consejo y sereno aplomo de la señora Annesley han sido un bálsamo curativo y un valioso ejemplo. Elegiste bien, querido hermano, y bajo su cuidado me estoy recuperando y he ido adquiriendo más fortaleza de ánimo.

La carta cayó suavemente sobre la mesa al tiempo que la tensión de Darcy se evaporaba con un suspiro que no pudo reprimir. El resto contenía los acostumbrados informes sobre sus progresos académicos y musicales, aunque redactados con un tono más alegre que los que había recibido de Georgiana durante algunos meses. Cerró los ojos un momento. Ella estará bien, se aseguró mentalmente.
Al oír pasos, Darcy dobló rápidamente la carta, la deslizó en el bolsillo de la chaqueta y se levantó del asiento. La señorita Bingley entró en el comedor y enseguida vio que Darcy estaba solo en la mesa. Le hizo señas a un criado para que abandonara su puesto junto a la puerta y actuara de camarero, inclinó la cabeza ligeramente como respuesta a la reverencia de Darcy y permitió que él eligiera una silla para que ella se sentara.
—Señor Darcy, es usted un modelo para todos nosotros. —La señorita Bingley levantó la vista hacia él, mientras Darcy la ayudaba a sentarse—. Levantarse tan temprano, me atrevería a decir que antes del amanecer, después de una noche tan extenuante, en una compañía tan agotadora. ¡Me admira su fortaleza, señor!
Darcy recuperó su café y volvió a tomar asiento en el otro extremo de la mesa.



—No puedo reclamar ningún mérito por eso, señorita Bingley. Es únicamente una cuestión de costumbre, se lo aseguro.
—Una costumbre muy buena, señor Darcy, estoy convencida. ¡Pero su café ya debe de estar frío! Deje que Stevenson le sirva otro. ¡Pocas cosas pueden ser tan desagradables como el café frío! No puedo permitirlo. —La señorita Bingley se estremeció suavemente. Darcy ocultó tras la taza una incipiente mueca de disgusto, mientras daba otro sorbo a su café. Estaba tibio, pero él no iba a darle a Caroline Bingley la oportunidad de representar esa escena de intimidad doméstica que estaba intentando comenzar, en otro desafortunado intento por llamar su atención. Darcy colocó la taza sobre el platillo con determinación y comenzó a levantarse, cuando la señorita Bingley lo sorprendió con una pregunta sobre la carta.
—Por favor, cuénteme qué dice su querida hermana. Deseo saber qué tal le va con su nueva dama de compañía. ¿Se queja de ella, o es demasiado pronto para eso? ¡Cómo desearía que hubiese venido con nosotros a Netherfield! —Suspiró con irritación—. Su compañía sería un gran alivio para soportar a los galanes locales y sus «respetables» damas. —La señorita Bingley reorganizó la comida en el plato, mientras pensaba en sus nuevos vecinos—. Charles insiste en que hagamos visitas. Estoy segura, señor Darcy, de que usted coincidirá conmigo en que eso difícilmente sería un placer. Al igual que la fiesta de anoche. Dígame una cosa, señor, ¿acaso la velada de anoche no fue toda una prueba para su sensibilidad?
Darcy rememoró algunos momentos del baile del día anterior. ¿Una prueba para su sensibilidad? Un eco del disgusto que había sentido reverberó a través de su cuerpo. Sí, una verdadera prueba. Aduladores fastidiosos, tímidas jovencitas e impertinentes mujeres mayores. Todos ellos calculando, evaluando, siguiendo con los ojos cada movimiento… De repente, recordó unos ojos con unas expresivas cejas enarcadas que lo desafiaban, intrigantes ojos llenos de interesantes secretos. Darcy se quedó absorto en ese recuerdo durante unos instantes, hasta que el tintineo de una cuchara golpeada con fuerza contra una taza le hizo recuperar la noción de la realidad, devolviéndolo a la presencia de su interrogadora. La sonrisa de la señorita Bingley apenas ocultaba la indignación que claramente estaba sintiendo por la falta de atención, pues tenía los ojos entrecerrados mientras esperaba una respuesta a su pregunta.
—¿Una prueba, señorita Bingley? Tal vez para aquellos caballeros que, como yo, no disfrutaron con el baile. Pero con seguridad usted fue objeto de muchas amables atenciones y gran admiración. —Darcy esbozó una sonrisa de satisfacción. Ella no podía negar la evidente cortesía con que la habían tratado durante todo el baile. Despreciar esa gentileza sería inapropiado, aunque reconocer que había tenido éxito en medio de una sociedad tan limitada no era algo que pudiera exhibir como un trofeo, en especial en su compañía—. Tendrá que disculparme, señorita Bingley —continuó diciendo Darcy, en un tono que exigía más que solicitaba su permiso para retirarse. Con una sonrisa de desconcierto, Caroline no pudo hacer otra cosa que asentir con la cabeza mientras él se levantaba para marcharse. Mientras se dirigía hacia la puerta y los establos, la imagen de una joven muy distinta, con los ojos levantados hacia el cielo nocturno, apareció en su mente, haciéndole detenerse inesperadamente. Sacudiendo la cabeza, siguió su camino a los establos. ¡Al caballo, señor! ¡Has venido a inspeccionar los campos y las cercas, no las escuelas locales!
Darcy entró en el patio de la caballeriza y se alegró de ver a Nelson ya preparado e impaciente por una buena carrera. Balanceándose sobre la montura, concentró sus pensamientos en su caballo y señaló con la cabeza un campo bañado por los rayos de una deliciosa mañana otoñal.


34 comentarios:

Stars Seeker A.k dijo...

¡Hola, mi amiga!
Si puedo llamarte amiga, je, he de decirte que ya me acostumbré.
¡Wuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Tengo que decir también que he me quedado enganchada!
n___________________________n Gracias por compartir esto con nosotros, otra vez jeje. Me iré a dormir con lindos sueños jajaja.

Buenas noches :)
A.k

Diana de Méridor dijo...

En que bonito momento deja el relato, con ese campo bañado por los rayos de sol.
Tanto, nombre, madame! Fitzwilliam George Alexander Darcy, y todo para que le llamemos simplemente Darcy, jiji.

Feliz dia

Bisous

Eleanor Atwood dijo...

Ains...que bueno el blog...
me encanta Austen, y esta historia es realmente interesante.
Un saludo, amiga.

Scarlett O'Hara dijo...

LadyDarcy, veo que has cumplido tu palabra y has colgado Una fiesta como esta, que lastima que yo no pudiera esperarte y me haya adelantado a leerlo por mi cuenta, pero aun asi me lo releo en tu blog, porque hay cosas que me he dado cuenta de que se me habian olvidado. Besos;)

LADY DARCY dijo...

¡¡Por supuesto que sí!!!
Es un gusto tambien para mí el poder contar con tu amistad, y mi deseo, que de ahora en adelante sea siempre así.
Me alegro que te enganches a la historia, descubrirás tantas cosas de Darcy que te enamorarán más ;)

besosss.

LADY DARCY dijo...

Mi querida Madame Minuet.
Espero no saturarles de Darcy, pero creo que el momento era ahora, en donde la memoria está fresca y aún quedan esos vacíos dentro de la historia de Darcy.
Espero que lo siga disfrutando.

miles de besos Madame.

LADY DARCY dijo...

Bienvenida querida Eleanor.

Que bueno que compartimos los mismos gustos, espero que su estancia aquí sea agradable y disfrute tanto como yo del placer de viajar.

un afectuoso saludo.

LADY DARCY dijo...

Pierde cuidado Scarlett, no dudo que lo vayas a releer, las historias entorno a O&P nos tienen siempre enganchadas ;) y más cuando leemos en compañía y podemos aportar nuestros puntos de vista. ¿no crees?.
nos vemos en la siguiente entrega.
besitos.

Fernando García Pañeda dijo...

Con esta trilogía entera me temo que será muy difícil no saturarse de Darcy, lo que nos daría algo más de visibilidad a quienes no podemos medirnos con él, así que adelante, milady, sin tregua... :D
Estas novelas de Aidan, que conozco sólo por referencia, no son fan-fiction en sentido estricto, y su estilo me ha parecido más que correcto, muy austeniano y, por tanto, atractivo.
Quedo expectante.
Suyo.

AKASHA BOWMAN. dijo...

mi querida lady amiga, ya me tiene nuevamente enganchada ( y muy gratamente) a sus aposentos, me alegro que Darcy no desaparezca de nuestras vidas y me parece sumamente interesante conocer la historia desde su punto de vista. Eso nos hará, si cabe, estar más irremediablemente enamoradas de él que antes.
Besos querida

LADY DARCY dijo...

Milord,
Saturarnos de Darcy me parece absolutamente imposible, y no creo que eso tampoco le suceda a usted, sé de buena fuente que lo admira tanto como yo, en cuanto a lo de no llegar a la altura de Fitzwilliam....estoy empezando a tener mis dudas. ;)

LADY DARCY dijo...

Akasha,
Estoy segura que disfrutarás de esta historia, descubrir el lado íntimo de Darcy me enamoró aún más de él, no tiene desperdicio, te lo aseguro.

besosss.

Guacimara dijo...

Me ha parecido una excelente idea que justo después de acabar la historia al estilo de Jane Austen, publiques ésta en que Pamela Aidan nos desvela los más íntimos pensamientos de Darcy.

Qué decirte de esta trilogía que no sepas! Que me enamoré aún más si cabe de Mr.Darcy y que devoré con ansiedad los tres libros(con la única excepción de gran parte del segundo en que aparecen nuevos personajes y una trama de estilo fantástico que no pude digerir).

Seguiré expectante los nuevos capítulos y volveré a disfrutar con su reelectura de nuestro encantador caballero.

Eliane dijo...

Rocely.... tarde pero seguro! Muy buena idea de poner esta novela... asi seguimos con Darcy!
Un gran abrazo, mi amiga Rocely!

Patricia. dijo...

Bueno Rocely, me alegra saber que tenemos Darcy para rato.
Con esta novela yo también me volví a enamorar de él. Me encanta saber que lo podemos acompañar a todos lados y saber qué piensa y qué siente siempre....
Aunque es un libro más sencillo también engancha.
Tengo pendiente leer los dos últimos libros, ¿leíste el 2º ya?
Mientras, me deleitaré otra vez con algunos de estos fragmentos.
Muchos besos.

LADY DARCY dijo...

Que tal Guacimara!!
como lo dije en un comentario anterior, creo que éste era el momento oportuno, para desvelar el lado oculto y enigmático de Darcy.
Disfruté mucho de la perspectiva de Aidan, y creo que sabe mantener en todo momento el interés del lector, aún cuando aborda la misma trama original de O&P. Espero verte más seguido por aquí ;)
besos.

LADY DARCY dijo...

Hola Eli!! me alegra que siempre encuentres un poco de tiempo para pasearte por acá.
un abrazo enorme!!

LADY DARCY dijo...

Patri, que bueno verte por aquí!!
Definitivamente es una excelente oportunidad que Aidan nos ofrece, de poder acompañar a Darcy hasta en la bañera jeje.
Un beso enorme.

Dubois dijo...

Cuanto daríamos por asistir a una de esas reuniones!!!

J.P. Alexander dijo...

Me enamore de tu pagina, soy fanatica de orgullo y prejucio. Y tu pagina es muy bella. Me gusto mucho que colgaras el primer capitulo de esta novela con el fanfiction de orugllo y prejucio estan geniales . Promete visitarte pronto. Por lo pronto ya me afilie te mando un beso y cuidate.

Nami Shion dijo...

Estimada Lady Darcy. Sepa que me honra con su presencia en mi blog y en agradecimiento, me hago seguidora del suyo. A partir de ahora intentaré visitarla tan a menudo como me sea mucho posible.

Un saludo afectuoso:
Nami Shion

Carm9n dijo...

Sabes, Lady Darcy? Tengo ciertos prejuicos sobre estas secuelas de las obras y personajes de Jane Austen; voy a darle una oportunidad a ésta para comprobar si mis reservas eran acertadas o no. Ta te iré comentadndo.
Un beso,

LADY DARCY dijo...

Y con la compañía adecuada... mucho mejor.
Un saludo Monsieur.

LADY DARCY dijo...

Bienvenida Citu,
Espero que tu estancia en estos aposentos te sean placenteros.
Estaré al pendiente de tus visitas.
un saludo especial.

LADY DARCY dijo...

El honor es recíproco mi estimada Nami Shion. Espero contar con su amistad y su compañía de hoy en adelante.
Un afectuoso saludo.

LADY DARCY dijo...

Querida Carmen, créeme, opino al igual que tú, no es fácil igualar la pluma de Jane. Pero ésta novela, no es una secuela exactamente, sino más bien O&P vista desde la perspectiva de Darcy, dale una oportunidad y ya nos irás comentando que te va pareciendo ;)
En este blog todas las opiniones se respetan y son siempre muy bien recibidas.
Besos.

Melissa V dijo...

Mi queridisima Lady Darcy!
Si llego a engancharme con esta historia seras la culpable de mis proximas trasnochaduras :p,
Te dire que tiene un aspecto bastante interesante y atractivo por narrar desde la perpectiva de nuestro Darcy (nuestro jajaj), a ver que tan convincente resulta porque poner en escrito los pensamientos de nuestro caballero no es tarea sencilla. Pero hay algo que me dice que si tu lo recomiendas debe estar realmente bueno.Bueno ya te voy contando mis impresiones.
Gracias por compartirlo amiga.
Un beso inmenso :)

LADY DARCY dijo...

Hola mi querida Hormiguita!!
ve preparando el cafecito nocturno, sin duda te amanecerás leyendo, ésta historia te atrapa, y no lo dudes tiene matices muy interesantes y una descripción magistral de momentos sutiles que te hacen suspirar. Valen la pena.
Nos seguimos viendo.

abrazos y besos.

paty dijo...

Hola me encantó el libro otro no encuentro más capitulos despues del tres ya los escribiste y yo no los encuentro o aún no.(sí ya están me podrías explicar como encontrarlo y si no entonces apurate porfis porfis!;-)

LADY DARCY dijo...

Hola Paty, me alegra que vayas siguiendo la novela y espero que después continues con la trilogía completa. Bueno, respondo a tu duda, todos los capítulos están ya publicados, lo único que tienes que hacer es darle click al final de la página del blog en donde dice: "entrada más reciente", seguro verás otras entradas que no son de la novela, lo que sucede es que en su momento fueron entradas que escribí entre capítulos por alguna razón especial, es decir un paréntesis ocasional, pero descuida, sólo continúa dando click a ese enlace y seguirán apareciendo los capítulos en orden correlativo.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Hola, soy nueva en las lecturas de Jane Austen y buscando di con su blog, tengo la duda de si terminando la narración de esta pagina, en la siguiente aparece el capitulo II pero me parece que me perdí de algo quisiera saber por favor, donde puedo encontrar todo el capitulo I antes de empezar el 2do. Muchas Gracias y Felicidades por darse el tiempo de compartir con todos los románticos del mundo estas letras.
Saludos Afectuosos y Bendiciones!!

LADY DARCY dijo...

Hola Yuri, antes que nada agradezco tu visita en mi blog, es un placer saber que este pequeño rinconcito azul sigue gustando.
Respondo a tu duda. Descuida, todos los capítulos están publicados por completo en el blog. Al final de cada capítulo verás las palabras de "sigue leyendo..." haz click ahí y se desplegará el capítulo completo. Y si también tienes la duda de cómo seguir el orden de los capitulos del 1 al 13, entonces puedes buscarlos en la barra lateral izquierda en la sección de "archivo del blog" desplegando desde mayo del 2010 hasta agosto del 2010; ó también en "alguna vez publiqué..." con las etiquetas de Una fiesta como esta
Puede ser que veas en el archivo del blog otras entradas entre capítulos que no tienen que ver con la novela, y la razón es que en su momento fueron entradas que escribí por un motivo especial (alguna reflexión, un premio, etc)
Si más adelante quieres continuar con la segunda y tercera parte de la trilogía de Pamela Aidan puedes leerlas también en este blog. Los enlaces de cada libro se encuentran en la barra lateral izquierda con la imagen de sus respectivas portadas. Haz click en la imagen y te llevará al capítulo I de cada libro. Lo demás lleva consigo el mismo procedimiento de lectura.
Espero haberme explicado con claridad. Si algo te resulta confuso no dudes en preguntar, que con gusto te ayudaré.
Saludos afectuosos y feliz lectura.

Unknown dijo...

No crei encontrar un sitio donde leer este libro, gracias Lady Darcy, soy nueva y me encanto tu blog que me uni, tantos libros interesantes de epoca que me fascinan,excelente aunque aun no encuentro en capitulo IV de Una fiesta para recordar, o aun no lo publicas? Si me concedes guiarme porfa, y buen blog

LADY DARCY dijo...

Un gusto responderte Melanie, bueno el procedimiento es el mismo que explico en el comentario anterior al tuyo.igualmente respondo a tu duda.
Todos los capítulos están publicados por completo en el blog. Al final de cada capítulo verás las palabras de "sigue leyendo..." haz click ahí y se desplegará el capítulo completo. Y si también tienes la duda de cómo seguir el orden de los capitulos del 1 al 13, entonces puedes buscarlos en la barra lateral derecha en la sección de "archivo del blog" desplegando desde mayo del 2010 hasta agosto del 2010; ó también en "alguna vez publiqué..." con las etiquetas de Una fiesta como ésta.
Puede ser que veas en el archivo del blog otras entradas entre capítulos que no tienen que ver con la novela, y la razón es que en su momento fueron entradas que escribí por un motivo especial (alguna reflexión, un premio, etc)
Si más adelante quieres continuar con la segunda y tercera parte de la trilogía de Pamela Aidan puedes leerlas también en este blog. Los enlaces de cada libro se encuentran en la barra lateral izquierda con la imagen de sus respectivas portadas. Haz click en la imagen y te llevará al capítulo I de cada libro, y para seguir leyendo cada capítulo continúas con el procedimiento que ya expliqué.
Espero haberme explicado con claridad. Si algo te resulta confuso no dudes en preguntar, que con gusto te ayudaré.
Saludos cordiales