CAPÍTULO II
Elizabeth alzó su vestido, nada más verlo no tuvo duda de que la elección de ese vestido la había realizado la mente casamentera de su madre. Aquel vestido era demasiado arreglado para la ocasión, Elizabeth se preguntó a quién deseaba su madre que ella sedujera, estando Bingley ya ocupado... Sus mejillas se sonrojaron cuando la imagen del señor Darcy apareció en su cabeza. Parecía que el orgullo del caballero no era tan destacable como su fortuna para la señora Bennet.
Elizabeth se colocó el vestido y respiró tranquila al ver que no quedaba tan elegante como había pensado en un primer momento, ante la falta de pendientes y un preparado recogido aquel vestido no era tan extravagante como hubiera deseado la señora Bennet. Elizabeth se asomó al espejo tras lavarse la cara, recordando la ofensa del señor Darcy. Ahora sí que parecía la hija de un caballero y no una simple criada.
- Ese vestido ensalza su bonita figura, señorita Bennet- la halagó la criada
- Gracias Watson, aunque lamento la pérdida del otro vestido.
- ¿Quiere bajar al salón? Los señores siguen conversando allí
Elizabeth asintió y la Señora Watson la ayudó una vez más a bajar los peldaños de las escaleras.
- Agradezco su ayuda- dijo Elizabeth cuando la criada la dejó en un sillón en la entrada, junto a la puerta del salón- Ya entraré sola al salón.
La Señora Watson asintió- Si me necesita, estaré en los jardines.
Elizabeth también asintió y le agradeció una vez más su ayuda. Cuando la criada había salido de la mansión, Lizzy respiró con fuerza, necesitaba todo el ingenio del mundo para responder a las miradas y preguntas inapropiadas del la señorita Bingley.
- ¿Señorita Bennet?
Elizabeth levantó la mirada, sorprendida al reconocer aquella voz.
- Señor Darcy- lo saludó.
- Espero que no me guardé rencor por la confusión de esta tarde.
- En absoluto. No se preocupe por eso, no soy una mujer rencorosa- dijo Elizabeth.
Darcy asintió y dio unos pasos para marcharse, pero se dio la vuelta con brusquedad volviendo su mirada hacia los ojos de Lizzy. Tenía una mirada tan profunda que Elizabeth sabía que iba ser muy complicado no cohibirse ante él.
- ¿Piensa entrar en el salón? ¿Quiere que le acompañe? He oído sobre su tobillo...
Elizabeth no pudo evitar sonrojarse, no esperaba aquel ofrecimiento de alguien como el señor Darcy. Aunque sus palabras sólo estaban provistas de una obligada cortesía y educación, Elizabeth no pudo rechazarlo. Darcy extendió su brazo para que Elizabeth se sujetara.
Fueron minutos de incómodo silencio, Lizzy se aferró a su brazo y tembló con el solo contacto de la chaqueta de Darcy contra su piel. El caballero no dijo nada, ni siquiera intentó entablar conversación. Abrió la puerta e inclinó la cabeza para saludar a los que ya ocupaban el salón. Elizabeth también inclinó la cabeza y contuvo una sonrisa al notar los ojos irritados de Caroline sobre los brazos entrelazados de Elizabeth y el señor Darcy. La imagen de Elizabeth Bennet con un vestido que realzaba su figura y acompañada del señor Darcy era el peor castigo para Caroline.
- ¿Les apetece una partida de cartas?- preguntó la señora Hurst
En cuestión de segundos se pusieron a jugar, exceptuando a Elizabeth que prefirió observar sus personalidades en silencio. Lizzy se sorprendió de la elegancia que le daban a un juego tan común como “el mentiroso”; El señor Bingley era realmente un mal jugador porque nunca se atrevía a mentir; Carolina Bingley, por otro lado, mentía constantemente pero algunos gestos como fruncir los labios o alzar las cejas la delataban; El señor Hurst era un penoso jugador, sus mentiras eran fácilmente identificables; El señor Darcy, en cambio, no hacía ningún gesto, miraba sus cartas con su natural inexpresividad y parecía no importarle cuantas tandas iba ganando. Pero el gran ganador de la partida no fue el señor Darcy sino la señora Hurst que de forma muy discreta se las había ingeniado para mirar las cartas de los que estaban a su alrededor sin que nadie más que Elizabeth se percatase.
- Es un juego realmente estimulante y una forma estupenda para saber quién triunfa en la habilidad de mentir.
- Oh, Caroline...sabes que mis habilidades para mentir se limitan a los juegos de cartas- dijo Louisa dándose por aludida.
- Ya lo sé querida hermana, sólo era un comentario que oí en Londres- dijo Caroline- Lástima que no le gusten las cartas, Srta. Bennet. Estoy segura de que, en cambio, las cartas la adorarían a usted; con una rápida mirada puedo saber quién sería o no buen jugador.
- Gracias, señorita Bingley- contestó Elizabeth eludiendo el insulto escondido de la frase- pero estoy segura de que mi antipatía por las cartas es algo mutuo.
- ¿Por qué le disgustan tanto? Si puedo preguntárselo- dijo el Sr. Darcy
- Prefiero distracciones que conlleven más ejercicio- contestó Lizzy manteniendo la mirada de Darcy.
Elizabeth se colocó el vestido y respiró tranquila al ver que no quedaba tan elegante como había pensado en un primer momento, ante la falta de pendientes y un preparado recogido aquel vestido no era tan extravagante como hubiera deseado la señora Bennet. Elizabeth se asomó al espejo tras lavarse la cara, recordando la ofensa del señor Darcy. Ahora sí que parecía la hija de un caballero y no una simple criada.
- Ese vestido ensalza su bonita figura, señorita Bennet- la halagó la criada
- Gracias Watson, aunque lamento la pérdida del otro vestido.
- ¿Quiere bajar al salón? Los señores siguen conversando allí
Elizabeth asintió y la Señora Watson la ayudó una vez más a bajar los peldaños de las escaleras.
- Agradezco su ayuda- dijo Elizabeth cuando la criada la dejó en un sillón en la entrada, junto a la puerta del salón- Ya entraré sola al salón.
La Señora Watson asintió- Si me necesita, estaré en los jardines.
Elizabeth también asintió y le agradeció una vez más su ayuda. Cuando la criada había salido de la mansión, Lizzy respiró con fuerza, necesitaba todo el ingenio del mundo para responder a las miradas y preguntas inapropiadas del la señorita Bingley.
- ¿Señorita Bennet?
Elizabeth levantó la mirada, sorprendida al reconocer aquella voz.
- Señor Darcy- lo saludó.
- Espero que no me guardé rencor por la confusión de esta tarde.
- En absoluto. No se preocupe por eso, no soy una mujer rencorosa- dijo Elizabeth.
Darcy asintió y dio unos pasos para marcharse, pero se dio la vuelta con brusquedad volviendo su mirada hacia los ojos de Lizzy. Tenía una mirada tan profunda que Elizabeth sabía que iba ser muy complicado no cohibirse ante él.
- ¿Piensa entrar en el salón? ¿Quiere que le acompañe? He oído sobre su tobillo...
Elizabeth no pudo evitar sonrojarse, no esperaba aquel ofrecimiento de alguien como el señor Darcy. Aunque sus palabras sólo estaban provistas de una obligada cortesía y educación, Elizabeth no pudo rechazarlo. Darcy extendió su brazo para que Elizabeth se sujetara.
Fueron minutos de incómodo silencio, Lizzy se aferró a su brazo y tembló con el solo contacto de la chaqueta de Darcy contra su piel. El caballero no dijo nada, ni siquiera intentó entablar conversación. Abrió la puerta e inclinó la cabeza para saludar a los que ya ocupaban el salón. Elizabeth también inclinó la cabeza y contuvo una sonrisa al notar los ojos irritados de Caroline sobre los brazos entrelazados de Elizabeth y el señor Darcy. La imagen de Elizabeth Bennet con un vestido que realzaba su figura y acompañada del señor Darcy era el peor castigo para Caroline.
- ¿Les apetece una partida de cartas?- preguntó la señora Hurst
En cuestión de segundos se pusieron a jugar, exceptuando a Elizabeth que prefirió observar sus personalidades en silencio. Lizzy se sorprendió de la elegancia que le daban a un juego tan común como “el mentiroso”; El señor Bingley era realmente un mal jugador porque nunca se atrevía a mentir; Carolina Bingley, por otro lado, mentía constantemente pero algunos gestos como fruncir los labios o alzar las cejas la delataban; El señor Hurst era un penoso jugador, sus mentiras eran fácilmente identificables; El señor Darcy, en cambio, no hacía ningún gesto, miraba sus cartas con su natural inexpresividad y parecía no importarle cuantas tandas iba ganando. Pero el gran ganador de la partida no fue el señor Darcy sino la señora Hurst que de forma muy discreta se las había ingeniado para mirar las cartas de los que estaban a su alrededor sin que nadie más que Elizabeth se percatase.
- Es un juego realmente estimulante y una forma estupenda para saber quién triunfa en la habilidad de mentir.
- Oh, Caroline...sabes que mis habilidades para mentir se limitan a los juegos de cartas- dijo Louisa dándose por aludida.
- Ya lo sé querida hermana, sólo era un comentario que oí en Londres- dijo Caroline- Lástima que no le gusten las cartas, Srta. Bennet. Estoy segura de que, en cambio, las cartas la adorarían a usted; con una rápida mirada puedo saber quién sería o no buen jugador.
- Gracias, señorita Bingley- contestó Elizabeth eludiendo el insulto escondido de la frase- pero estoy segura de que mi antipatía por las cartas es algo mutuo.
- ¿Por qué le disgustan tanto? Si puedo preguntárselo- dijo el Sr. Darcy
- Prefiero distracciones que conlleven más ejercicio- contestó Lizzy manteniendo la mirada de Darcy.
- Oh, ya puedo imaginarla escalando árboles- rió Caroline Bingley, y su hermana la secundó con una risa más chillona.
- Desgraciadamente en los terrenos de mi padre no hay árboles suficientemente altos- dijo Elizabeth- sería extremadamente tedioso escalar árboles de poca altura
Caroline se relamió los labios, como si se dispusiera a lanzar veneno.
- Debo confesor que hago tan poco ejercicio que si intentara hacer algo así me rompería todos los huesos- dijo Charles Bingley, con su amplia sonrisa.
- Entonces le ruego que ni lo intente- dijo Elizabeth.
- No sería propio de alguien de tu clase, Charles- dijo Caroline- No se ofenda, Elizabeth. Pero sus practicas me parecen algo infantiles- Lizzy sabía que con “infantiles” se refería a “Salvajes”
- Creo que todos retenemos parte de aquella etapa de mayor inocencia dentro de nosotros mismos - opinó Lizzy
- ¡Oh, Elizabeth, eres realmente fantasiosa!- se burló Caroline- ¿No lo ve usted así, Señor Darcy?
El Señor Darcy miró a Caroline y a Elizabeth pero no respondió, ni siquiera inclinó la cabeza.
- Darcy, seguro que no permitirías a Georgiana trepar a los árboles
- Por supuesto que no- contestó el señor Darcy. Lizzy frunció las cejas al escucharle. Él y Caroline parecían estar divirtiéndose al mofarse de ella - Afortunadamente mi hermana disfruta de otras actividades menos peligrosas.
- Georgiana toca el piano de forma espléndida- informó la señorita Bingley a Elizabeth.
- Yo también toco el piano, aunque no muy bien- dijo Eliza y luego volvió a mirar a Darcy- De todas formas no podría estar encerrada todo el tiempo entre cuatro paredes y un piano.
- No se preocupe por mi hermana, Señorita Bennet; Ella pueda pasear por amplios jardines cuando necesita tomar aire - Darcy expulsó estas palabras con desprecio. Elizabeth se mantuvo firme, habían sido ellos lo que habían comenzado aquella batalla verbal.
- ¡Sí! El señor Darcy posee unos jardines realmente hermosos y muy bien cuidados, son una alegría para la vista- dijo Bingley intentando desviar el tema de conversación hacia asuntos más superfluos y así librar al ambiente de la tensión que se había formado con cada comentario.
Elizabeth aprovechó aquella ocasión para informar de su cansancio y su deseo de retirarse a la habitación. Inclinó la cabeza para despedirse y esperó a que llegara la criada para que la ayudara a subir las escaleras, aunque su tobillo había mejorado bastante ya que el dolor era mucho menos agudo. Esperó en el pasillo con la espalda pegada a la puerta del Salón, desde ahí podía escuchar perfectamente la conversación que mantenían en el interior, y dedicó mayor atención al oír cómo pronunciaban su nombre.
- Fue una lastima que Elizabeth no pudiera asistir a la fiesta- dijo con sinceridad Bingley- Hubiera sido una perfecta pareja para ti, Darcy, que no bailaste en toda la noche. Es una chica realmente agradable.
- Como ya te dije entonces Bingley, tú bailabas con la única dama que valía la pena allí- dijo el Sr. Darcy- la presencia de Elizabeth Bennet no hubiera cambiado en absoluto ese pensamiento. Ella no está mal, es bonita aunque no lo suficiente para tentarme. Y ahora que la he escuchado conversar debo añadir que peca de insolencia.
- ¿Insolencia, Darcy? Yo lo había calificado como desparpajo – dijo Bingley.
- Hay una gran diferencia entre ambos adjetivos, Bingley. Y la señorita Bennet ha sobrepasado con creces el límite entre desparpajo e insolencia.
¿Insolencia?¿Ella, insolente? Más insolente era Darcy con su mal ocultado orgullo y con sus ínfulas de señorito inglés...aunque realmente lo fuera, no son motivos para juzgar a nadie por no poseer tantas libras como las que él cobra – pensó Lizzy.
Por fin llegó la criada y Lizzy guardó silencio en todo el trayecto, escuchando nada más sus pasos sobre los peldaños. Estaba inmersa en sus pensamientos, rememoraba cada palabra que habían pronunciado Caroline Bingley y el Señor Darcy, todas provistas de una prepotencia y superioridad que resultaban ofensivas y por último aquella maldita descalificación: Insolente.
A la mañana siguiente Elizabeth se despertó algo confusa y en los primeros instantes ni recordaba a quién pertenecía esa cámara , en realidad la noche anterior había estado tan cansada que ni se había parado a admirar la cama y las paredes de ese lugar. Aquella habitación de invitados era mucho más grande que el salón de su casa y sin duda aquel colchón era mucho más mullido que el suyo propio; Pero ninguno de estos pensamientos le hicieron desistir de su deseo por volver a su casa, a pesar de la presencia del Señor Collins y de su siempre histérica madre. La idea de ver en escasos segundos a su hermana mayor la aliviaban en cierto modo porque no sabía como actuaría ante otra conversación con Caroline Bingley y el orgulloso Señor Darcy. Sin duda, cuando Jane apareciera en Netherfield, todos se olvidarían de Lizzy para dialogar con la dulce Jane. Estaba tan sumida en sus pensamientos sobre su hermana que olvidó su lesión de tobillo y apoyó con nada de delicadeza su pie sobre el suelo, no pudo reprimir un pequeño grito de dolor.
Para sorpresa suya, alguien acudió a su rescate; Darcy y su siempre inalterable rostro apareció en frente de la puerta.
- ¿Se encuentra bien?- con tanta falsa cortesía era difícil recordar que ese mismo caballero la había considerado insolente.
Elizabeth suspiró intentando expulsar el dolor que aún duraba.
- La he oído gritar- dijo Darcy alzando una ceja.
- Estoy bien- musitó la joven pero al ver que Darcy no se marchaba añadió- He apoyado mal el pie herido- Elizabeth se dio unos masajes en el pie y sin mirarle dijo- ¿Podría hacerme un favor? ¿Podría llamar a una de las criadas? Con este dolor no puedo ni siquiera calzarme.
Darcy retrocedió unos pasos y miró a ambos lados del pasillo
- Creo que eso no va a ser posible- musitó al fin.
-¿Cómo?- la crispación de Elizabeth era más que evidente.
- Todas las criadas están en la planta de abajo, cocinando y limpiando para que todo esté perfecto para la visita de los invitados.
- ¿Se refiere a mi hermana?
- Y a mi primo, el coronel Fitzwilliam- añadió Darcy.
- Perfecto- musitó fastidiada Lizzy dejándose caer de nuevo sobre el colchón. Lizzy se maldijo a sí misma en silencio, ignorando la presencia del señor Darcy. Cuando se incorporó, se sorprendió al verlo a su lado, sentado en una butaca que había junto a la cama y sosteniendo sus zapatillas.
Elizabeth miró dudosa las zapatillas y a Darcy, alternativamente.
- ¿Piensa quedarse toda la mañana aquí? Creía que esperaba con ganas la visita de su hermana Jane- Dicho esto Darcy le colocó una zapatilla en el pie herido, lo que causó sonrojo y sorpresa a la joven.
- Esta escena me recuerda a un cuento que leí hace poco- comentó Elizabeth intentando ignorar el temblor de su piel con el contacto de Darcy- Al fin y al cabo no se ve todos los días a un caballero realizar este tipo de favores- Para Elizabeth la repentina simpatía de Darcy la había sorprendido enormemente y se esforzó porque Darcy no lo descubriera, quizá él estaba arrepentido por haberla insultado el día anterior.
- ¿Qué interés podría tener un zapato en una novela?- preguntó Darcy colocándole aún los zapatos.
- Tenía más importancia que la propia protagonista- informó Elizabeth- En el cuento un príncipe coloca el zapato a cada dama del reino para encontrar a la chica del baile de la que se enamoró, la cual no reveló su identidad pero se dejó olvidado un zapato- Nada más decir esto, Lizzy se arrepintió y sus mejillas se ruborizaron. ¿Había dicho que ella era cenicienta y Darcy, el príncipe? ¿Podía creer él que ella lo había insinuado?
Darcy le miró a los ojos y Lizzy rezó porque sus mejillas coloradas pasaran desapercibidas.
- Es una trama bastante estúpida- sentenció Darcy. Los colores de Elizabeth desaparecieron con brusquedad, no había forma mejor de estropear el ambiente- ¿Tan grande tenía el pie la dama que ninguna de las mujeres del reino coincidían en su tamaño?
- Es sólo un cuento
- Prefiero los relatos realistas- dijo Darcy, incorporándose y ofreciéndole su brazo- Creo que voy a tener que ser, de nuevo, quien la acompañe hasta el comedor.
- Intentaré no acostumbrarme- respondió Lizzy aceptando el hombro del caballero.
Se formó un incómodo silencio entre los dos, al menos para Elizabeth lo era, porque Darcy parecía estar más a gusto con los silencios que con las palabras.
En cuanto pisaron el suelo después de descender por las escaleras, ambos deslazaron sus brazos.
- Creo que en suelo llano puedo moverme con más soltura- dijo Elizabeth- por suerte la lesión se está recuperando rápidamente.
- Celebro eso- respondió él .
- ¡Lizzy!- la voz de su hermana hizo que Elizabeth retirara su rostro del de Darcy, éste inclinó la cabeza para despedirse y dejarle total libertad para ir a hablar con su hermana. Con un despido más torpe, Lizzy se separó de Darcy y fue hasta la entrada donde la amplía sonrisa de su hermana la aguardaba.
- Qué alegría de verte, Jane. Sólo he pasado un día sin verte y me ha parecido una eternidad...
- Lo mismo por mi parte, querida Lizzy y para el Sr. Collins también- Antes de que Elizabeth pudiera hacer alusión a ese comentario, Jane continuó- Y yo estaba muy preocupada por tu estado de salud, tras oír lo de tu tobillo.
- Como puedes comprobar, ya ni siquiera cojeo; Y aunque no puedo hacer movimientos muy bruscos y me es algo doloroso bajar las escaleras sin apoyo, creo que la lesión está casi curada- dijo Elizabeth- Pero explícame por qué piensas que Collins me echó en falta.
- Creo que nuestro primo te había mirado con especial devoción y afecto.
Elizabeth no pudo evitar arrugar sus labios con repulsión. El le había parecido realmente pedante y ninguno de sus aspectos la atraía en absoluto.
- No digas eso Jane; Él no podría hacerme feliz a mí y definitivamente yo no podría hacerle feliz a él.
- ¡Cuánto quisiera estar mintiendo! Pero me temo que todo lo que digo es verdad...- respondió Jane- Mas no te apures porque creo que nuestra querida madre destruyó sin compasión sus esperanzas de tomarte como esposa.
- ¿Y por qué razón en el mundo mamá detendría un matrimonio con una de sus hijas? Ese es por el único sueño que suspira, y según recuerdo la situación de Collins no es nada mala ya que tiene por benefactora a Lady Catherine de Bourg.
- Sólo detendría un matrimonio si tiene en mente otro más conveniente y beneficioso- informó Jane.
- No me digas más- dijo Elizabeth- el vestido tan escotado que me envió es suficiente para suponer que espera que seduzca al Señor Darcy. Nada más lejos de lo posible, yo y el señor Darcy no podríamos sobrevivir más de media hora en una misma sala, nuestros caracteres son demasiado dispares.
- No se trata del señor Darcy; Parece que sus montones de libras no fueron suficientes para cubrir la mala impresión que dio en el baile.
- Entonces ¿De quién se trata? No hay más hombres en esta casa que el Señor Darcy y el Señor Bingley, el cual mamá ya ha emparejado contigo; Eso si no se refiere a algún criado, por supuesto...
- ¡Oh, Lizzy qué cosas tienes! Claro que no se refiere a un criado- dijo Jane- Mamá ha escuchado que el primo del señor Darcy, el coronel Fitzwilliam está en Hertfordshire, desea que le causes una buena impresión...
- ¿Y espera que el Coronel Fitzwilliam sea más agradable que su primo a pesar de su parentesco?- dijo con burla Elizabeth.
- ¿Se parecen mucho?
- No lo sé. Aún no tengo el placer de conocerle...
- Pero si pensaba que había llegado ayer- dijo Jane.
- Entonces esta vez los rumores no fueron muy exactos - dijo Elizabeth- El coronel llega hoy.
- ¡Señorita Bennet!- la voz del Señor Bingley inundó la entrada de su mansión. Ambas hermanas miraron, pero Elizabeth al ver al dueño de aquella exclamación supo perfectamente a qué hermana se refería- ¡Qué alegría tenerla aquí con nosotros!
- Le agradezco la invitación- contestó Jane y sus mejillas se ruborizaron levemente- Estaba preocupada por el estado de mi hermana.
- Espero que no le haya dado muchas quejas sobre mí- dijo Bingley.
- Oh, no...todo lo contrario- musitó Jane.
- Nunca podré estar lo suficiente agradecida por el trato que usted me ha dado, acogiéndome en su casa- dijo Elizabeth.
- Ha sido todo un honor- dijo Bingley- Y si me permiten, señoritas, las acompañaré hacia el comedor... donde están todos ya acomodándose, les adelanto que el pollo huele estupendamente.
Una vez sentados en la mesa, Bingley y Jane se ensalzaron en una agradable conversación; Caroline y la señora Hurst también hablaban y había dos sillas vacías, una al lado de Elizabeth y otra mucho más lejos de ella. El Señor Darcy no se había presentado aún en el comedor.
- ¿No tiene hambre?- le preguntó el señor Hurst.
- Eh...yo, no, en realidad estoy bien-contestó Elizabeth.
- Pues mis tripas no soportan más tiempo en ayunas- resopló él . ¡Si apenas era la hora del almuerzo! Pensó Lizzy.
- Creo que estamos esperando a alguien- dijo Elizabeth.
- Sí. El señor Darcy ha ido a darle la bienvenida a su primo, ahora recién escuchó el trote de los caballos- respondió- Espero que no tarden mucho...no hay mayor placer que comer y jugar ¿no lo cree?
- Me encanta comer- respondió Elizabeth con una tímida sonrisa.
Por suerte, la llegada de Darcy y su primo interrumpió la estúpida conversación. Lizzy posó sus ojos sobre el caballero que acompañaba a Darcy.
El Coronel Fitzwilliam mantenía una amplía sonrisa, de aquellas que los labios de Darcy nunca podrían articular. Parecía mentira que fueran primos, el coronel Fitzwilliam era rubio, no muy guapo, algo más bajito y con un porte menos estirado. Además, su rostro siempre denotaba felicidad.
- ¡Coronel Fitzwilliam!- Bingley se levantó para saludarle- Cuánto hemos deseado y esperado su llegada. ¿Ha tenido un buen viaje?
- Gracias, Bingley. El viaje estuvo bien, se me hizo corto- dijo el Coronel.
- Permítame que te presente a Caroline Bingley- dijo Darcy dirigiendo su mirada hacia la señorita Bingley que sonrió con exageración- Los señores Hurst – Darcy hizo una pausa antes de continuar- y a las señoritas Jane y Elizabeth Bennet- musitó mirando a las hermanas.
Todos los presentados inclinaron su cabeza, como saludo. Hechas las presentaciones, el señor Darcy pasó de largo de la silla más cercana a Elizabeth y se sentó en el otro lado de la mesa. Elizabeth frunció las cejas ¿Debería tomarlo como un nuevo insulto? Estaba confundida ante la cortesía y la ofensa que lanzaba hacía ella de forma alternada.
Elizabeth se sintió aliviada ante la compañía del Coronel Fitzwilliam que superaba en modales y simpatía a su primo. Ella no tardó mucho tiempo en sentirse a gusto con Fitzwilliam, los temas de conversación que trataban eran del agrado de ambos y la alegría y educación del coronel no pasaban desapercibidos. Elizabeth se alegró de conocer en aquella casa otra persona que fuera de su agrado además de Bingley ya que Jane había acaparado toda la atención de éste último y Elizabeth no quería retomar ninguna crispante conversación con el resto de los individuos.
Había decidido que aquella misma tarde volvería a casa junto a su hermana mayor, pero le expresó a Fitwilliam su deseo de volver a verlo en la fiesta de Bingley. Durante la conversación, Lizzy averiguó que el viaje de Fitzwilliam a Hertfordshire había sido para aprovechar unos días de vacaciones, eso obligó a Lizzy a preguntarse por qué un hombre tan agradable como él podía desear gastar sus días libres en compañía de alguien tan aburrido y severo como lo era el Señor Darcy.
15 comentarios:
Buen capítulo, veo que Caroline sigue tan odiosa como siempre, y que la creciente tensión que se desprende entre Darcy y Lizzy resulta tan encantadora y sensual como era de esperar. Me encanta el rifi-rafe que se traen entre los dos, caracteres similares que no dejan de atraerse.
Besos lady
¡¡¡¡ ¿Con el primo de Darcy?!!!!pero ¡¿en que estaba pensando la señora Bennet?!
Besos Lady Darcy;)
Buen capitulo. Amo al hosco Darcy
Hola Akasha,
me alegro que te guste, se vienen situaciones que de seguro sentirás mariposas en el estómago.
Besos.
Que tal Scarlett!
Bastante raro para la codiciosa señora Bennet, pero ¿de qué manera tan odiosa se habría comportado Darcy para que hasta ella, lo hiciese a un lado??
un beso.
Imposible no amarlo Citu, aún con toooodooos esos defectos.
abrazos.
Este Darcy es un auténtico grosero en comparación con el original (¿o debería decir verdadero?). Creo que la autora ha cargado excesívamente las tintas en su "lado oscuro".
Lo tiene realmente difícil para ponerse a la altura debida.
¿O cree que lo veo con malos ojos, milady?
Beso su mano.
¿Es usted tan severo con los de su propio sexo?
Le aconsejo Milord que no se adelante innecesariamente, ya verá que sus prejuicios son completamente infundados.
Lo soy; aunque trato de contenerme, no puedo soslayar el bajo nivel de una gran parte de mis congéneres.
Caería más fácilmente del lado del prejuicio que del orgullo, no me cabe la menor duda.
Pero prometo no adelantarme (ya sabe: aplicado y formal).
Me alegro Milord, que no sea tolerante en ese aspecto, un hombre que se preste de llamarse caballero debe mantener el mejor nivel frente a una dama, SIEMPRE, aunque ésta lo provoque y hacer gala de tal nombre, y en eso es usted... todo un maestro.
Y sí, en definitiva el orgullo no es su defecto, pero... no se... porqué me siento aludida??
No era mi intención, en absoluto, aludir a milady. Sólo hablaba por mí, se lo aseguro.
hola me encanto esta historia, ahora tengo una duda, cuando tendremos el placer de leer la tercera parte ???
ya sabras que soy muy anciosa y cuanod puedas estare feliz de leer la continuacion de este capitulo que me tiene muy atrapada
Tiene continuación o lo has dejado simplemente ahí. Comunícalo sería agradable saberlo.
hola.-
Bueno para empezar soy nueva, he leido tu historia la cual es muy interesante, espero la continúes, ya que soy aficionada a una buena lectura. Y confieso que me gusto por darle un enfoque diferente sin perder la esencia de los personajes. Es el primer libro de Jane Austen y me encanta.
Me despido y envio mis saludos afectuosos.
Saludos Veare,
Ruedas de carruaje es un fanfiction de Orgullo y Prejuicio. En su momento no pude publicar el resto de capítulos por razones de tiempo, pero espero reactivar el blog a la brevedad posible y con ello terminar de subir los capítulos de este relato, así mismo como los de Persuasión. Sólo pido un poco de paciencia... Entre tanto encontrarás la novela completa de Orgullo y Prejuicio, Emma, y la trilogía de Pamela Aidan en este blog. Sin duda alguna tendrás momentos de lectura cautivante y placentera en este salón azul. Adelante y bienvenida.
Publicar un comentario