sábado, 16 de octubre de 2010
Los Hombres de Jane Austen: Capitán Wentworth.
Prometí que no volvería a desaparecer de esa manera, pero tengo un motivo válido que no es la simple pereza, el desgano o la falta de tiempo que en ocasiones nos asaltan, esta vez la mala salud se ha ensañado conmigo, al extremo de sólo permitirme breves momentos frente al ordenador antes de pasarme factura y comenzar con la tortura, de ahí mi demora en actualizar y mi ausencia en los espacios virtuales de mis buenos amigos, que espero pronto poder reanudar con la misma asiduidad de antes.
No es un secreto que siempre me ha fascinado observar y descubrir el lado oculto de esa especie tan rara que son los hombres, y qué mejor si se trata de estudiar concienzudamente a ciertos caballeros y encontrarles innumerables virtudes y uno que otro defectillo...y para aquellos caballeros que visitan asiduamente este salón...les ruego y no vean en mis palabras sarcasmo ni alusión alguna, sino todo lo contrario. Demás saben lo cautivante que su especie puede llegar a ser.
Lo cierto es que Frederick Wentworth es otro de mis caballeros Austen favoritos. Años atrás un Don Nadie que vuelve a tierra firme con el prestigio que le otorga el ser considerado un héroe de guerra y con deseos de establecerse y formar una familia, y por si eso fuese poco, con el gran atractivo propio de su edad. Pero no todo puede ser tan apetecible, hablaré primero de esos defectillos que por desgracia casi ningún caballero Austen se salva. Los desplantes de él y también sus inevitables y compulsivas atenciones hacia Anne es fruto de un despecho mal llevado, contrastando con el arrepentimiento de Anne, lo que provoca esa tensión amorosa entre los protagonistas durante casi toda la novela. Y es que a nosotros, los verdaderos románticos, no podemos negar que nos gusta esa tensión, ese sufrimiento, ese no saber qué esperar de la otra persona, es la guinda de la torta, por lo menos en cuanto a novelas se refiere, (porque no podría considerar igual de atractiva esa incertidumbre si hablamos de relaciones humanas verdaderas). Y si hablamos de un amor de años atrás que se transforma en una obsesión mutua, latente, dolorosa, y secreta, donde una mirada, un gesto o una palabra están cargadas de significado...los suspiros se vuelven interminables. Pero no crean que me voy por las ramas y he olvidado "el defecto"; hombres y mujeres que han sufrido desengaños en la consecución de sus deseos o en los empeños de su vanidad, han sido víctimas del despecho, y más aún las mujeres. Y es que las mujeres sufren más el despecho que los hombres, porque cuando se enamora entrega su alma, su mente y su corazón y si de repente descubre que ha sido engañada, el despecho la ataca con todas sus fuerzas. Hemos sabido de casos terribles de despecho, sobre todo de mujeres, que se han sentido, rechazadas o lo que es peor engañadas y han tomado venganza...y de qué manera! dicen que una mujer despechada es más peligrosa que una bomba atómica, considerando el pequeño Universo que forma una pareja, claro. No hay duda que la mujer lucha con más fuerza y tiene entre ceja y ceja algo en claro "nunca se olvidarán de ella...para bien o para mal" No todas somos iguales, por supuesto, no es mi intención sembrar el pánico en la comunidad masculina de mi saloncito, pero como regla principal y buen consejo de una buena anfitriona: es mejor no hacer enfadar a las mujeres...
Pero... ¿qué es lo que haría un hombre despechado?? ¿se refugiaría en los placeres banales, sublimes y perversos? ¿se abandonaría a la vida mundana o se transformaría en un soñador? ¿viviría la vida casi sin asumir responsabilidades? ¿o se complacería en los desplantes hacia su amada, aunque por dentro desfallezca de amor??...
Es cierto que el amor incondicional del Capitán Wentworth después de ocho años lo redimen, aunque haya hecho sufrir en buena y gran parte de la novela a nuestra dulce y arrepentida Anne, pero como buena dama soñadora, romántica, apasionada y sensible que soy, me resisto a creer que haya sido producto de una venganza o peor aún, de una estrategia. ¿Y quién sino un hombre profundamente enamorado que admite su error y hace a un lado cualquier indicio de despecho o de rencor, lucharía por su amada de una de las maneras más románticas posibles sino con una carta de amor? ¿la más romántica de toda la literatura inglesa?...
"No puedo soportar más en silencio. Debo hablar con usted por cualquier medio a mi alcance. Me desgarra usted el alma. Estoy entre la agonía y la esperanza. No me diga que es demasiado tarde, que tan preciosos sentimientos han desaparecido para siempre. Me ofrezco a usted nuevamente con un corazón que es aún más suyo que cuando casi lo destrozó hace ocho años y medio. No se atreva a decir que el hombre olvida más prontamente que la mujer, que su amor muere antes. No he amado a nadie más que a usted. Puedo haber sido injusto, débil y rencoroso, pero jamás inconsciente. Sólo por usted he venido a Bath; sólo por usted pienso y proyecto....."
Una carta que quita el aliento y convencería aún a la más dura, e insensible de las mujeres. Incluso aún a las perspicaces y desconfiadas en las que me incluyo. Bueno, no hay duda que los hombres también poseen sus armas si saben a dónde apuntarlas, claro, y si tienen el talento para ello, pues mucho mejor.
Y termino con una cita de Lope de Vega que en su momento me dejó con la espina clavada.
"No aman los hombres las empresas fáciles, todo lo que les es fácil, como fácil pasa"... gran verdad.
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