miércoles, 31 de marzo de 2010

ORGULLO Y PREJUICIO Capítulo LIV

CAPÍTULO LIV



En cuanto se marcharon, Elizabeth salió a pasear para recobrar el ánimo o, mejor dicho, para meditar la causa que le había hecho perderlo. La conducta de Darcy la tenía asombrada y enojada. ¿Por qué vino ––se decía–– para estar en silencio, serio e indiferente?»



No podía explicárselo de modo satisfactorio.
«Si pudo estar amable y complaciente con mis tíos en Londres, ¿por qué no conmigo? Si me temía, ¿por qué vino? Y si ya no le importo nada, ¿por qué estuvo tan callado? ¡Qué hombre más irritante! No quiero pensar más en él.»
Involuntariamente mantuvo esta resolución durante un rato, porque se le acercó su hermana, cuyo alegre aspecto demostraba que estaba más satisfecha de la visita que ella.

––Ahora ––le dijo––, pasado este primer encuentro, me siento completamente tranquila. Sé que soy fuerte y que ya no me azoraré delante de él. Me alegro de que venga a comer el martes, porque así se verá que nos tratamos simplemente como amigos indiferentes.
––Sí, muy indiferentes ––contestó Elizabeth riéndose––. ¡Oh, Jane! ¡Ten cuidado!
––Lizzy, querida, no vas a creer que soy tan débil como para correr ningún peligro.
––Creo que estás en uno muy grande, porque él te ama como siempre.
No volvieron a ver a Bingley hasta el martes, y, entretanto, la señora Bennet se entregó a todos los venturosos planes que la alegría y la constante dulzura del caballero habían hecho revivir en media hora de visita. El martes se congregó en Longbourn un numeroso grupo de gente y los señores que con más ansias eran esperados llegaron con toda puntualidad. Cuando entraron en el comedor, Elizabeth observó atentamente a Bingley para ver si ocupaba el lugar que siempre le había tocado en anteriores comidas al lado de su hermana; su prudente madre, pensando lo mismo, se guardó mucho de invitarle a que tomase asiento a su lado. Bingley pareció dudar, pero Jane acertó a mirar sonriente a su alrededor y la cosa quedó decidida: Bingley se sentó al lado de Jane.
Elizabeth, con triunfal satisfacción, miró a Darcy. Éste sostuvo la mirada con noble indiferencia, Elizabeth habría imaginado que Bingley había obtenido ya permiso de su amigo para disfrutar de su felicidad si no hubiese sorprendido los ojos de éste vueltos también hacia Darcy, con una expresión risueña, pero de alarma.
La conducta de Bingley con Jane durante la comida reveló la admiración que sentía por ella, y aunque era más circunspecta que antes, Elizabeth se quedó convencida de que si sólo dependiese de él, su dicha y la de Jane quedaría pronto asegurada. A pesar de que no se atrevía a confiar en el resultado, Elizabeth se quedó muy satisfecha y se sintió todo lo animada que su mal humor le permitía. Darcy estaba al otro lado de la mesa, sentado al lado de la señora Bennet, y Elizabeth comprendía lo poco grata que les era a los dos semejante colocación, y lo poco ventajosa que resultaba para nadie. No estaba lo bastante cerca para oír lo que decían, pero pudo observar que casi no se hablaban y lo fríos y ceremoniosos que eran sus modales cuando lo hacían. Esta antipatía de su madre por Darcy le hizo más penoso a Elizabeth el recuerdo de lo que todos le debían, y había momentos en que habría dado cualquier cosa por poder decir que su bondad no era desconocida ni inapreciada por toda la familia.
Esperaba que la tarde le daría oportunidad de estar al lado de Darcy y que no acabaría la visita sin poder cambiar con él algo más que el sencillo saludo de la llegada. Estaba tan ansiosa y desasosegada que mientras esperaba en el salón la entrada de los caballeros, su desazón casi la puso de mal talante. De la presencia de Darcy dependía para ella toda esperanza de placer en aquella tarde.
«Si no se dirige hacia mí ––se decía–– me daré por vencida.»
Entraron los caballeros y pareció que Darcy iba a hacer lo que ella anhelaba; pero desgraciadamente las señoras se habían agrupado alrededor de la mesa en donde la señora Bennet preparaba el té y Elizabeth servía el café, estaban todas tan apiñadas que no quedaba ningún sito libre a su lado ni lugar para otra silla. Al acercarse los caballeros, una de las muchachas se aproximó a Elizabeth y le dijo al oído:
––Los hombres no vendrán a separarnos; ya lo tengo decidido; no nos hacen ninguna falta, ¿no es cierto?
Darcy entonces se fue a otro lado de la estancia. Elizabeth le seguía con la vista y envidiaba a todos con quienes conversaba; apenas tenía paciencia para servir el café, y llegó a ponerse furiosa consigo misma por ser tan tonta.
«¡Un hombre al que he rechazado! Loca debo estar si espero que renazca su amor. No hay un solo hombre que no se rebelase contra la debilidad que supondría una segunda declaración a la misma mujer. No hay indignidad mayor para ellos.»
Se reanimó un poco al ver que Darcy venía a devolverle la taza de café, y ella aprovechó la oportunidad para preguntarle:

––¿Sigue su hermana en Pemberley?
––Sí, estará allí hasta las Navidades.
––¿Y está sola? ¿Se han ido ya todos sus amigos?
––Sólo la acompaña la señora Annesley; los demás se han ido a Scarborough a pasar estas tres semanas.
A Elizabeth no se le ocurrió más que decir, pero si él hubiese querido hablar, ¡con qué placer le habría contestado! No obstante, se quedó a su lado unos minutos, en silencio, hasta que la muchacha de antes se puso a cuchichear con Elizabeth, y entonces él se retiró.
Una vez quitado el servicio de té y puestas las mesas de juego, se levantaron todas las señoras. Elizabeth creyó entonces que podría estar con él, pero sus esperanzas rodaron por el suelo cuando vio que su madre se apoderaba de Darcy y le obligaba a sentarse a su mesa de whist. Elizabeth renunció ya a todas sus ilusiones. Toda la tarde estuvieron confinados en mesas diferentes, pero los ojos de Darcy se volvían tan a menudo donde ella estaba, que tanto el uno como el otro perdieron todas las partidas.



La señora Bennet había proyectado que los dos caballeros de Netherfield se quedaran a cenar, pero fueron los primeros en pedir su coche y no hubo manera de retenerlos.
––Bueno, niñas ––dijo la madre en cuanto se hubieron ido todos––, ¿qué me decís? A mi modo de ver todo ha ido hoy a pedir de boca. La comida ha estado tan bien presentada como las mejores que he visto; el venado asado, en su punto, y todo el mundo dijo que las ancas eran estupendas; la sopa, cincuenta veces mejor que la que nos sirvieron la semana pasada en casa de los Lucas; y hasta el señor Darcy reconoció que las perdices estaban muy bien hechas, y eso que él debe de tener dos o tres cocineros franceses. Y, por otra parte, Jane querida, nunca estuviste más guapa que esta tarde; la señora Long lo afirmó cuando yo le pregunté su parecer. Y ¿qué crees que me dijo, además? «¡Oh, señora Bennet, por fin la tendremos en Netherfield!» Así lo dijo. Opino que la señora Long es la mejor persona del mundo, y sus sobrinas son unas muchachas muy bien educadas y no son feas del todo; me gustan mucho.
Total que la señora Bennet estaba de magnífico humor. Se había fijado lo bastante en la conducta de Bingley para con Jane para convencerse de que al fin lo iba a conseguir. Estaba tan excitada y sus fantasías sobre el gran porvenir que esperaba a su familia fueron tan lejos de lo razonable, que se disgustó muchísimo al ver que Bingley no se presentaba al día siguiente para declararse.
––Ha sido un día muy agradable ––dijo Jane a Elizabeth––. ¡Qué selecta y qué cordial fue la fiesta! Espero que se repita.
Elizabeth se sonrió.
––No te rías. Me duele que seas así, Lizzy. Te aseguro que ahora he aprendido a disfrutar de su conversación y que no veo en él más que un muchacho inteligente y amable. Me encanta su proceder y no me importa que jamás haya pensado en mí. Sólo encuentro que su trato es dulce y más atento que el de ningún otro hombre.
––¡Eres cruel! ––contestó su hermana––. No me dejas sonreír y me estás provocando a hacerlo a cada momento.
––¡Qué difícil es que te crean en algunos casos!
––¡Y qué imposible en otros!
––¿Por qué te empeñas en convencerme de que siento más de lo que confieso?
––No sabría qué contestarte. A todos nos gusta dar lecciones, pero sólo enseñamos lo que no merece la pena saber. Perdóname, pero si persistes en tu indiferencia, es mejor que yo no sea tu confidente.


16 comentarios:

Scarlett O'Hara dijo...

Como se empieza a notar ya que hay Love in the air, Darcy parece un adolescente, ahora te miro, ahora no, cuando tu me miras yo te esquivo, que mono, este hombre me vuelve loca. Saludos;)

Eliane dijo...

Se está poniendo bueno... con el Darcy esquivo, pero su mirada siempre buscando a Lizzie...
Espero más... Besos

Melissa V dijo...

Lady Darcy como estas! me encanta el cap ;)

Te acabo de enviar un correo me avisas si te llego chaus ;)

celiabe dijo...

Me encanta Orgullo y Prejuicio,pero mas me gusta la version de la BBC.
Los actores ingleses son inigualables para estos papeles.Debe ser que se trae en la sangre.
No me acostumbro a esta version americana.Aunque la magia esta en el libro de LA GRAN Jane Austin.
Igual un placer tu blog.
Saludos Celia

Patricia. dijo...

Inevitable leer una y otra vez esta historia.
Un beso Rocely.

Patricia. dijo...

Por cierto, me encantan los gifs de O&P que tienes en la columna, con tu permiso los copio, me fascinan!! Son momentos claves y no los había visto.
Sigue deleitandonos con esta historia...

LADY DARCY dijo...

hola Scarlett
Darcy nos tiene enamoradas aún cuando se comporta de la manera más inmadura!!
besos.

LADY DARCY dijo...

Eli
se pone cada vez mejor y vamos llegando al final...:(
gracias siempre por tu visita.
besos.

LADY DARCY dijo...

Hola Hormi.
que bueno! volviste!ya te extrañaba, espero que sigas por aquí, como te comenté por email se vienen sorpresas.
cariños.

LADY DARCY dijo...

hola Celia
muchas gracias por tu visita, la serie de la BBC también me gustó, digamos que es más fiel al libro, pero por miles de razones que serían muy largas de explicar me quedo con la versión del 2005 (bueno cuestión de gustos supongo) pero como bien dices la magia está en la pluma de Jane.
saludos atentos.

LADY DARCY dijo...

Hola Patri
no hay problema amiga, cópialos con confianza, sólo cuídamelos muy bien jaja, tengo algunos más que éstoy preparando, pero que iré subiéndolos poco a poco.
besos.

LadyMarian dijo...

Hola Lady Darcy!

Acá estoy de visita. Qué lindo blog! Te felicito. Veo que llegado para los últimos capítulos.

Me quedé pensando cuando leí esto: «¡Un hombre al que he rechazado! Loca debo estar si espero que renazca su amor. No hay un solo hombre que no se rebelase contra la debilidad que supondría una segunda declaración a la misma mujer. No hay indignidad mayor para ellos.»
En Jane Austen se repite esto de un pedido de mano rechazado por ella y un segundo intento de él, a pesar de que él se pueda sentir humillado. Vemos muchos reencuentros y eso me encanta. Por eso "Persuasión" también me encanta. Esa carta! Esa carta es una de las cartas más románticas que he leído. Además es simple, a la vez.

Nuevamente, felicitaciones!
Besos

LADY DARCY dijo...

Bienvenida Lady Marian
un placer tenerte por acá, no te preocupes si acaso piensas que llegaste algo tarde, al contrario, este es el inicio de un viaje al pasado en esta época que tanto me apasiona, se vienen otras novelas, relatos y FF que de seguro disfrutaremos juntas. Te espero.
Con respecto a lo que mencionas, las segundas declaraciones a la misma mujer siempre serán humillantes para la mayoría, aún sucede hoy en día; sólo un amor profundo y sincero podría acallar ese prejuicio. ahhh! y la carta del capitán Wentworth es un buen ejemplo. saludos.

Fernando García Pañeda dijo...

Yo entiendo que Darcy se ha declarado expresamente ya una vez. Pero, con sus actos, se ha declarado ya varias veces.
Si un amor es "profundo y sincero", uno puede declararse, o pedir perdón y ser perdonado tantas veces como sea necesario.
Yo no le veo a Darcy tan inmaduro y adolescente como se ha dicho (sí que lo era al principio), sino como un hombre que no sabe cómo enmendar los errores cometidos.
Suyo, milady.

LADY DARCY dijo...

Querido Fernando
su reaparición en esta su casa, no podría haber sido más diplomática, pero a pesar de estar en desacuerdo en una de dos, es un gran alivio y un gusto el saber de usted (espero le haya llegado un correo que le envié)
Es una verdad universalmente reconocida que a las mujeres nos gusta hablar de nuestros problemas así también como escuchar, está en nuestra naturaleza y bien lo sabe. Mientras que los hombres se concentran en si mismos y se apartan cada vez más, las mujeres nos sentimos afectadas emocionalmente y sentimos la necesidad de hablar de eso, no necesitamos mostrarnos competentes sino más bien mantener relaciones afectuosas, eso es para nosotras un signo de amor y confianza. Creemos que los problemas se solucionan hablando de ellos y después actuando, y como suele suceder en los niños, los hombres ocupan su mente en otras cosas que olvidan rápidamente lo que les molesta, de ahí quizá lo de "inmaduros". Cuando un hombre se siente perturbado nunca habla de lo que le molesta. Darcy se siente mejor apartándose en su mundo y resolviendo sus problemas, mientras Lizzy se siente mejor hablando de ellos o concentrándose en el problema de los demás_en este caso el de Jane_ Lizzy a pesar de ser conocedora de las acciones de Darcy prefiere una buena palabra que le confirme sus sentimientos "te amo... y quiero hacer esto por ti" Darcy actua como si le fuera indiferente cuando en realidad está abstraído en el problema, de ahí la gran confusión entre ambos.
Los amores profundos se perdonan tantas veces como sean necesarios si es que al pedir perdón, se es completamente sincero (si esa es su visión, entonces estoy completamente de acuerdo)

también de usted milord.

Fernando García Pañeda dijo...

Touché, señora.
Lo que ha expresado es irrefutable.
Y sí, estamos de acuerdo en cuanto a la sinceridad tanto en la profesión de amor como en el perdón por los errores cometidos.
Un verdadero placer.